2 Corintios 3:6 - el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.
En esta ocasión, visitamos un contexto en cual el Apóstol Pablo continúa brindando consejos y respuestas a una Iglesia y un Pueblo en Corinto quienes necesitaban mucha ayuda de un pilar tal como Pablo lo fue. Recordando la historia, podemos ver cómo a pesar de ellos tener una Iglesia y muchos dones, todavía andaban sin orden, olvidando puntos fundamentales, y habiendo removido a Cristo como el Centro. En esta segunda Carta redactada, aun luego de un breve avivamiento y mejoría dentro de la Iglesia Corintiana por causa de la primera carta redactada hacia ellos, era necesario volver a reforzar su Fe, alumbrar su Conocimiento, y ablandar Corazones Endurecidos que parecían haber olvidado el principio de la Humildad. Un lugar e Iglesia que debió Florecer en su Avivamiento, terminó Endureciéndose en Autosuficiencia. Pablo entonces enfrenta el reto de volver a escribir a sus oyentes en Corinto con espíritu alentador, pero también con la vara y el cayado. Todo lo que la Iglesia Hace, y todo lo que la Iglesia Es, siempre saldrá a la luz. Si Corinto alcanzaba Avivamiento, todo Oído estaba por Escucharlo, pero si Corinto perdía su Firmeza Espiritual, todo Ojo también estaría por Notarlo. Si hoy Pablo pudiese redactar una Carta sobre la Iglesia del Siglo 21, ¿con qué Características o Condición nos identificaría?
Para Reflexionar….
Una de las preocupaciones principales mostradas por Pablo en este capítulo y porción, es la carencia de humildad y dependencia en Dios de parte de los Cristianos en Corinto. Es por esto que Pablo comienza cuestionando el porqué debían de solicitar recomendaciones los unos de los otros. Parece que en Corinto habían comenzado a enfatizar la aprobación del hombre por encima del llamamiento y respaldo celestial. Una gran problemática que también se ha trasladado al siglo 21, en especial con el auge tecnológico que hoy nos permite compartir todos los aspectos de nuestra vida a través de las redes y medios de comunicación. Tal como en Corinto, hoy se prefiere alcanzar metas y llegar a lugares por la influencia o recomendación de otros, más no bajo la guianza y respaldo del Espíritu. Recibir una recomendación de parte de otra persona es mucho más fácil que ser llamado y respaldado por Dios. Cualquiera puede engañar a otro con apariencia o palabras dulces, sin embargo, Dios sabe que nuestra carta de presentación somos nosotros mismos. Por eso Pablo les expresaba que la mejor carta de recomendación la llevamos en nuestro interior, somos nosotros mismos, es nuestro testimonio, tanto lo que hacemos en lo público como en lo privado. Cada acción que hacemos, cada palabra que decimos, y cada pensamiento que pensamos pasa a convertirse en letras que forman parte de nuestra Carta de Presentación. Nuestra Carta de Presentación es tanto lo que Hacemos, como quien Somos. Pablo también les recuerda que es Dios mismo quien sella nuestras cartas. Todo lo que hacemos y quienes somos, será aprobado o rechazado por Dios. Es necesario aplicar hoy día el consejo tan vital que un día Corinto recibió, no somos llamados a crecer en Dios a través de la POPULARIDAD, sino a través de la HUMILDAD. Jesús mismo dijo; “Aquel que quiera ser el más grande, debe de procurar ser el más pequeño.”
No podemos pasar por alto los términos utilizados por Pablo los cuales apuntan hacia un segundo principio, y uno de suma importancia. Podemos observar que Pablo utiliza la Palabra “Competentes” en diversas ocasiones de su escrito. Un término que si buscamos interpretarlo con el lente de nuestros tiempos, tendría un significado un poco contradictorio con lo que Pablo desea impartir a Corinto. El término “Competentes” en la actualidad puede hacernos pensar rápido en la “Competencia.” Sin embargo, la definición original en el contexto bíblico hacía referencia a “ser Capacitado para una tarea.” Por lo tanto, Pablo exhortó a Corinto a que fueran Ministros “Competentes”, lo suficientemente capacitados por el Dios al cual sirven, y que permitieran que esa capacidad recibida cambie sus estilos de vida al reconocer que son totalmente dependientes de Dios. Esto rompe la mentalidad egocentrista donde ya no podrían decir que son autosuficientes, o que crecían por sus méritos o esfuerzos, sino que sólo podían ser tanto Cristianos como Ministros, debido a que Dios fue quien impartió lo necesario sobre ellos. Según el contexto, un Cristiano o Ministro “Competente” es uno que reconoce que ha recibido Capacidad por Gracia, y que ahora en Agradecimiento, él debe procurar Servir a Dios con Su Mejor Empeño. Ese es el mensaje que Pablo le comunica a Corinto, el cual es opuesto a la mentalidad de Competencia que allí moraba, donde muchos buscaban exhibir sus dones, donde habían mujeres que intentaban hablar por encima de los hombres expositores, donde muchos habían olvidado el Poder de la Gracia, y también su estándar. Nunca olvidaré la frase de un gran amigo el cual siempre dice: “Hoy tenemos Ministros en Competencia, y no necesariamente Competentes.” La Competencia ha buscado abundar en nuestras congregaciones, donde somos influenciados a utilizar nuestros dones para impresionar o ser mejores que otros. Hoy más que nunca, el consejo de Pablo retumba en nuestros Corazones, es necesario ser Competentes, dar nuestro Mejor a Dios, pero es aún más necesario llevar esto a cabo recordando que no estamos en una Competencia. Necesitamos una Iglesia Competente, una que Sirva con Excelencia, y que no procure Hundirse en las Corrientes de la Competencia.
Es certero que Pablo nos exhorta a vivir la vida Cristiana como si estuviéramos en una Carrera. Sin embargo, Pablo no nos invita a Correr una Carrera en la cual Competimos con los otros Corredores, sino que nos invita a una Carrera donde debemos procurar que todos la terminen. Es una carrera donde en vez de empujar a los otros corredores, buscamos extenderles la mano. Es una carrera donde amamos a todos los otros corredores. Es una carrera en la cual no corremos por una medalla ni por un primer lugar, sino una que nos permitirá escuchar la Voz y entrar en la Morada de Nuestro Señor. Que nunca se nos olvide, somos partes de una Carrera Grupal y no de una Batalla Campal. Corramos pues de tal manera, que procuremos alcanzarlo, pero que al mismo tiempo podamos recordar todos los corredores a los cuales pudimos ayudar.
Un mundo de Competencia, siempre necesitará una Iglesia Competente, pero también llena de Humildad.
"Necesitamos una Iglesia Competente, una que Sirva con Excelencia, y que no procure Hundirse en las Corrientes de la Competencia."
Autor: Jorge Colón
theoreihub@gmail.com
11.04.2025